lunes, marzo 26, 2007

"La Última Cena" no estaba en el ciberespacio

Hace unas semanas hicimos una pequeña escapada de fin de semana a Milán con dos amigos cuyas vidas son mucho más analógicas que las nuestras a pesar de mis esfuerzos por ir digitalizándolos poco a poco. Además de pasar un fin de semana agradable visitando Milán gracias a las bondades de los vueltos de bajo coste desde los aeropuertos de provincias, la planificación del viaje para mí era también un ejercicio para realizar todas las gestiones necesarias utilizando servicios del ciberespacio.

La primera parte fue como la seda, cumplí con todos los requisitos de mi experimento y como la mayor parte de estas gestiones las llevo haciendo varios años cada vez que viajo, ni tan siquiera la selección de proveedor me llevó demasiado tiempo. Así, en unos pocos días después de cenar:

  1. Compré los billetes de avión a Ryanair. La elección era sencilla ya que pretendíamos salir desde el aeropuerto de Valladolid. Ni siquiera fue necesario comprobar el precio en otras compañías.
  2. Realicé la reserva del hotel con Bancotel. Encontré un buena opción sin necesidad de ir a otro tipo de operadores más globales como hotels.com, hotelclub o booking.com
  3. Alquilé un coche a Hertz. Otras veces había utilizado Europcar porque tienen una mejor política de devolución de los vehículos en puntos distintos al de recogida. Esta vez, sin embargo, Hertz me cautivó con su línea de coches ecológicos.

Es cierto que todo esto no es gran cosa, estas gestiones las hace cualquiera desde finales de los 90 incluso sin ser un usuario demasiado avanzado. En la segunda fase y con lo imprescindible solucionado subí un poco el nivel:

  1. Planifiqué y descargué las rutas de los trayectos que íbamos a realizar en coche con Google Maps para utilizarlas con el Maemo Mapper en mi Nokia 770.
  2. Descargué los planos de Milán desde Google Maps para no tener la necesidad de utililizar un plano convencional de papel. De todos modos traje uno en papel para Isa, que también está en un estado de digitalización menos avanzado.
  3. Consulté la disponibilidad y precios de parking en el aeropuerto, horarios y localización de algunos museos.
  4. Contacté con el hotel por correo electrónico para comunicarles nuestra hora de llegada ya que era posterior al límite que tenían establecido para garantizar la reserva.
  5. Intenté sacar unas entradas para ver una ópera en la Scala. Aquí la barrera fue el presupuesto ya que aparentemente no había ningún problema para realizar la compra a través de internet.
  6. Finalmente intenté reservar la visita para ver "La Última Cena" de Leonardo Da Vinci en Santa Maria delle Grazie a través del sitio web de reservas online que tienen habilitado. No fue posible porque no había plazas para ese fin de semana, a pesar de que intenté hacer la reserva con más de un mes de antelación. O al menos eso fue lo que parecía desde Valladolid...

Para los que sabemos de arte lo justo para distinguir un cuadro de una escultura, “La Última Cena” de Leonarno Da Vinci, junto con Il Duomo son quizá las dos únicas cosas que la cultura general nos trae rápidamente a la memoria cuando se habla de hacer una visita a Milán. A pesar de la decepción por no haber podido conseguir una visita, yo tenía la sensación de haber triunfado en el ejercicio y me veía con autoridad para apostolar un poco acerca de las bondades del digital way of life. Sin embargo, cuando llegamos a Santa Maria delle Grazie dando un paseo el sábado de la mañana esta impresión se vino abajo rápidamente.


Después de haber visto el calendario de reservas online esperábamos encontrar una cola semejante a la de un estreno de starwars o a la del primer día de rebajas en El Corte Inglés. El caso es que la situación no era ni parecida, no más de 10 personas en toda la plaza, ninguna de ellas con ánimo de hacer cola ni la más mínima tensión que se suele manifestar cuando existe la posibilidad de perder la preciada plaza, reservada 3 años antes... Algo no encajaba.


Cuando preguntamos a las personas encargadas de atender a los visitantes a Santa Maria nos informaron amablemente de que con menos de una semana de antelación era posible encontrar una plaza en fin de semana (las más cotizadas). Además, si así lo deseábamos, ese mismo martes podíamos realizar la visita los cuatro. "No comprendo", le dije, "hace más de un mes que intentamos reservar a través de internet y no había plazas...". "Ya, bueno, es que a través de internet se ofrecen muy pocas plazas... para que las agencias no las acaparen. Para asegurar que las plazas se asignan a particulares la reserva se deben hacer por teléfono" – nos informó de nuevo amablemente la señorita- Por teléfono, pensé, ni se me habría pasado por la cabeza la posibilidad de hacer tal cosa... En fin, además de no poder ver el cuadro, la confianza de mis dos amigos en la ciudadanía digital se vio completamente minada porque a ellos la visita les hacía mucha más ilusión que a mí.


Aunque el resto de las gestiones relacionadas con el viaje fueron un éxito, voy a apuntarme un fracaso porque la organización de viajes a través de internet desde hace varios años ya no es un reto. Son estas pequeñas gestiones las que representan la posibilidad de dar un paso más allá, reservar una entrada para la ópera u organizar la visita a una iglesia o museo locales. Por tanto, primer fracaso al zurrón digital y ya sabéis si váis a Milano y leer El Código da Vinci os ha dado ganas de ver Il Cenacolo, usad el teléfono para reservar, nada de Internet. Si no tendréis que conformaros con los iconos de la cultura pop, quizá una visita a San Siro y otra a la tienda de Armani después de pasar por la Galería Vittorio Emanuelle II.