El domingo desayuné viendo el
debut de la selección española de baloncesto en los
JJOO de Beijing 2008. Como ya es habitual, al menos en el último lustro, disfruté con el juego de esta generación de magníficos deportistas, que ganen o pierdan, nunca se les puede reprochar nada. Y además ganan casi siempre, hasta cuando tienen un mal día como
el martes frente a China y juegan mal casi todo el partido.
Pertenezco a la generación de quienes desarrollamos nuestra pasión por el baloncesto en los años 80 con los logros de Corbalán, Epi, Fernando Martín y compañía. Después sufrimos en los 90 desastre tras desastre y recuperamos la fe a partir del mundial Junior de 1999 en el que descubrimos a Gasol, Navarro, Calderón y todos los demás.
Todavía adolescentes pero ya grandes jugadores de baloncesto, como están demostrando ahora que están en su plenitud como deportistas.
A lo que no me acostrumbro es a ver los partidos por la mañana (o de madrugada como ocurrirá
dentro de un rato contra Alemania) con una taza de café y unas tostadas en vez de con unos panchitos y unas cervezas por la tarde. Es lo que tiene el movimiento de rotación de la tierra y la dimensión global del deporte: de vez en cuando los JJOO se celebran en un huso horario o en un hemisferio incómodo para los europeos.
El
sacrificio vale la pena y más aún estando de vacaciones ya que este equipo es aún mejor que el que ganó el
Campeonato del Mundo de Baloncesto de Japón en 2006, donde también había que madrugar y ver deporte durante el desayuno. En la tecnología no podemos confiar porque por mucho que diga la publicidad de
RTVE la
posibilidad de ver los eventos a la carta en su web a la hora que queramos no deja de ser nada más que eso, publicidad. Es posible encontrar carreras de Michael Phelps de 3 minutos, y resumenes de casi todo, pero no ha habido
valor para que todo un partido de baloncesto pueda disfrutarse a través de la web. Quizá en
Londres 2012, y entonces lo disfrutarán en China, que serán quienes tengan el problema del desfase horario.