Conduzco un coche híbrido, utilizo bombillas de bajo consumo desde mucho antes de que Sebastián las descubriese, adquiero únicamente electrodomésticos del más alto nivel de eficiencia energética, separo la basura de forma escrupulosa. Vamos, que intento ser una persona responsable con el medio ambiente. No porque sea un neoconverso del cambio climático, sino simplemente porque creo que es el comportamiento correcto y responsable. En consecuencia, cuando compro un billete, por supuesto online, para viajar en el AVE a Madrid lo imprimo en una hoja usada por la otra cara y a mitad de tamaño para que el billete de ida y el de vuelta aparezcan en una única cara del folio.
Lo curioso es que este último compromiso con el medio ambiente me causa todos y cada uno de los viajes un altercado con las simpáticas azafatas del AVE. Unas veces con el tono más subido y otras menos, pero siempre tenemos nuestra discusión. Patricia puede dar fe ya que presenció alguna. Para mí es algo tan habitual como la gominola que reparten a los viajeros al comenzar el trayecto. La razón con la que me increpan siempre es la misma, que su lector de código de barras no puede leer el billete si está impreso en tan minúsculo tamaño (medio folio).
Siendo RENFE una compañía que presume de su compromiso de sostenibilidad y que incluso se permite darnos consejos de cómo conducir nuestra relación con el medio ambiente, es cuando menos una desfachatez que discuta conmigo por cumplir sus consejos y compromisos. No es nada más que otro ejemplo de cómo las políticas corporativas se diseñan como operaciones de marketing y no se las cree ni quien las encarga, probablemente a algún consultor que las copia de la wikipedia o de las que haya publicado otra compañía.
Así que por favor, eliminen su compromiso de sostenibilidad o háganlo cumplir, pero dejen de molestarme cada vez que cojo el tren. Desde luego yo no pienso imprimir los billetes ni en color ni en un folio completo. Seguiré discutiendo amablemente tantas veces como sea necesario, porque después de aguantar la cantinela, resulta que el lector de códigos de barras siempre ha funcionado correctamente con mi minúsculo billete.